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Diversión y aprendizaje
22 enero, 2016
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De pequeño me dijeron que para aprender un idioma tenía que leer libros y hacer muchos ejercicios de gramática. Me obligaron a memorizar listados de números, de verbos, de vocabulario de todo tipo: animales, oficios, prendas de vestir... Los idiomas que yo estudié no tenían color ni se movían por el espacio, no me hacían reír, sino más bien lo contrario, y hasta me daban un poco de miedo. Recuerdo que me horrorizaba que el profesor me dijese 'Fermez la fenêtre, s'il vous plaît' porque me sentía torpe al no entender bien lo que me decía y, cuando me daba las gracias, no sabía cómo contestarle.

Me alegro de que las cosas por fin hayan cambiado. Gracias a las clases de teatro en inglés y en francés, los niños y las niñas se sumergen desde el primer instante en el idioma extranjero, sin miedo, sin vergüenza y, lo que es más importante, sin libros. Aprenden con el cuerpo, corriendo, saltando, cantando, riendo, fingiendo ser personajes de cuento, transformándose en animales como por arte de magia, viajando a otras galaxias, siendo los protagonistas de una película cuyo guión han inventado ellos mismos. Da gusto oírles contar en otro idioma cuando juegan al escondite, sin haberse parado a enseñarles los números de la manera tradicional. Su pronunciación es mejor que la de muchos adultos porque la han integrado como una herramienta más para el juego. Y a ellos les encanta jugar. Reconocen colores, animales, objetos, saben pedir las cosas por favor, saludar y despedirse, pueden conversar con los demás y mejoran sus conocimientos cada día, sin que tengan que esforzarse para ello. Escuchan otro idioma y no lo juzgan, no lo cuestionan. Lo entienden porque lo pasan por el cuerpo, porque es útil y divertido. Es la magia del teatro la que hace que esto sea posible.

No obstante, el teatro no sólo nos sirve como medio para la adquisición de una segunda lengua o simplemente para pasarlo bien; el teatro estimula la imaginación, les enseña a trabajar en equipo y a desarrollar las habilidades sociales. En clase fomentamos el respeto hacia los demás, la empatía, el concepto grupo, la capacidad de escucha y de expresión, la creatividad.

En todos los años que llevo formándome como actor y como docente, he descubierto que es mucho más interesante acompañar a los alumnos que, simplemente, decirles lo que tienen que hacer. Darles opciones, en lugar de negativas. Permitirles que se equivoquen, una y otra vez, sin condenarles por ello. Hacerles creer en sí mismos, quitándole importancia al hecho de ponerse delante de un público. Hacer que lo extraordinario se convierta en algo habitual. Permitir que llenen el aula de magia, de idiomas y de sonrisas.

Diversión y aprendizaje - Un artículo de Luis Miguel Ríos - nuestro profesor de teatro bilingüe

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