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¡Bienvenidos al nuevo curso escolar 2016-2017!
9 septiembre, 2016
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Estimadas familias,

Nos encontramos en la semana de inicio del nuevo curso 2016-2017, y es un buen momento, ahora que estamos con las fuerzas y ánimos reforzados después de las vacaciones estivales, volver a introducirnos en nuestro día a día familiar y laboral más cotidiano, pero sin dejar de lado esa parte tan importante que nos afecta de lleno como es la educación de nuestros hijos.

Una mejor educación para nuestros hijos pasa por una reeducación de los adultos (profesionales de la educación, padres y madres, … y toda la sociedad en general) si queremos realmente que nuestros hijos sean felices y contribuyan de manera global a crear una mejor sociedad en el futuro.

Os invitamos, desde Sus Pequeños Pasos, a leer este artículo que no tiene desperdicio, y que es aplicable al Profesor Mentor (fundamental), pero también al Padre-Mentor, a la Madre-Mentor, a los Abuelos Mentor, a los Amigos-Mentor... Se trata de crear conciencia social en la importancia de un cambio dentro de las pedagogías aplicadas.

¡Bienvenidos al nuevo curso escolar 2016-2017!

Joana Gomariz

La acción educativa como compromiso ético

Educational action as ethical engagement

José Antonio Ibáñez-Martín,
Universidad Internacional de La Rioja

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Pues bien, teniendo en cuenta las circunstancias actuales, ¿Qué podríamos decir al profesor que quiere comprometerse con su trabajo, a quien ve su labor como un servicio a los demás, como una acción que más tiene valor que precio, pues a través de ella no solo quien la realiza se plenifica, sino que a la vez se promueve el desarrollo de los jóvenes, dándoles apoyo, guía y consejo en su apertura al mundo adulto? De manera aforística, presentaré diez recomendaciones que considero hoy deben ser consideradas.'

  1. El profesor mentor ha de tomar conciencia que su formación no puede limitarse al aprendizaje de la materia ni ha de contentarse con unos conocimientos didáctico-técnicos para ser más eficaz en la transmisión de tales conocimientos. El saber más importante del profesor es descubrir que su trabajo es un quehacer agible orientado a promover el mejor modo de ser persona y a ayudar, prudencialmente, a los alumnos a descubrirlo y a vivirlo, primero mediando la enseñanza de las materias que tenga encomendadas. Todo profesor, también quien piensa que sólo se le paga por enseñar matemáticas, debe ser consciente que está llamado a ser un profesor de humanidad, como decía Gusdorf (1969).
  2. El mentor ha de ayudar al alumno a que establezca prioridades en su vida. Esas prioridades han de evitarse que se organicen simplemente teniendo en cuenta las modas del momento. Hoy se cree que no es nadie quien no es rico y famoso: es preciso señalar que no es posible que todos lo seamos y, además, la experiencia de la vida lleva a darse cuenta que muchas veces quienes lo son tienen una vida muy desdichada.
  3. Algunos piensan que ser maestro significa dominar o adoctrinar al estudiante y, rechazando ese comportamiento, han de sentir su misión como facilitadores de las iniciativas de sus alumnos, acompañantes de su camino. Pero con ello equivocan su papel, pues si es necesario rechazar todo adoctrinamiento también lo es abandonar a sus alumnos ante una libertad sin referentes, que termina en el nihilismo.
  4. El profesor mentor debe evitar magnificar la importancia que para cada ser humano tiene su grupo social originario, en el que crece. Nadie duda de la relevancia del medio social, pero sería patético que el profesor pensara que el horizonte cultural de sus estudiantes nada tiene que ver con la escuela sino con el nivel socioeconómico de donde provienen, pues esto significaría que cualquier tipo de esfuerzo, ya fuera de profesores o estudiantes, sería irrelevante. La esperanza de una vida mejor, una vida examinada y lograda, para el alumno, quedaría así arrebatada, olvidando el profesor que, especialmente ante los alumnos que provienen de los grupos sociales menos favorecidos, es él quien debe « sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo » (Salinas, 1982).
  5. La madurez intelectual que se busca en los estudiantes exige del profesor mentor que evite dar la impresión de que busca que el alumno memorice unos contenidos. De lo que se trata es que «las verdades ignoradas pasen a ser no sólo conocidas, sino también sabidas, es decir, basadas, fundamentadas, en las que ya se poseen. De lo contrario, no se produce ciencia, pues la ciencia requiere la demostración, la prueba lógica que hace ostensible el nexo entre la conclusión y sus principios». (Millán-Puelles, A. 2013, 300).
  6. Junto con la madurez intelectual hay que interesarse por la madurez moral. Toda institución educativa debe tener un ideario donde se precisen las grandes metas morales que la comunidad educativa tendrá en el horizonte. Los procedimientos para fijar este ideario podrán ser distintos, pero siempre deben poder someterse a la razón pública y estar orientados por el objetivo de que sirvan de catalizador para que los estudiantes alcancen una unidad sapiencial.
  7. De alguna forma, esa unidad sapiencial se encuentra en la definición clásica del maestro como vir bonus peritus dicendi. El profesor mentor debe ser perito en el decir, debe saber lo que explica. Pero, junto a ello, ha de ser vir bonus, un hombre bueno, lo que significa dos exigencias. Primera, tomar conciencia de que al profesor mentor no se le pide sólo una competencia técnica, sino que, ante todo, se espera de él un compromiso con el bien, una integridad y honestidad tanto en su actividad magisterial como en su vida privada, evitando aquellos comportamientos inadecuados que obstaculizan el desarrollo de los alumnos, especialmente si comprometen lo señalado en el ideario.
      
    hablando sobre emociones en la clase de francés
    hablando sobre emociones en la clase de francés
  8.   La Carta al Padre (Kafka, 1976) ha de llevarnos a afirmar que, por muy eficaz que en algunos casos pudiera ser la conducta contraria, los educadores deben evitar maltratar a los alumnos, descalificarles, insultarles. La aceptación incondicional por el educador a pesar de los errores que el educando cometa, mueve de forma importante al educando a esforzarse por actuar de un modo más digno. Más aún, la confianza–sobre la que hay interesantes aportaciones de Fukuyama (1998) y de Bryk (2002) – y las mutuas expectativas facilitan la superación y el cumplimiento de los deberes personales y sociales.
  9. Obviamente la relación con los estudiantes debe alcanzar una intensidad que antes no tenía. Los profesores mentores deben tener una relación personal, una cercanía, una acogida, orientada a facilitar la madurez intelectual y moral del estudiante. Esto no es sencillo y quizá sólo se consigue cuando hay un amor de benevolencia a los estudiantes.
  10. El profesor mentor tiene que pensar en ayudar a crecer al estudiante, que quizá terminará desarrollando su personalidad por lugares muy distintos de los que el mentor proponía. Pero atender a la individualidad de los estudiantes lleva también a modular el ritmo y la exigencia que se debe tener con cada uno, lo que obliga a hacer dos reflexiones:
    • La primera se refiere a los rezagados. Es oportuno tener presente algunos testimonios históricos que muestran cómo un procedimiento de destrucción ha sido llevar a un grupo a una fuerte velocidad. En este sentido, es significativo leer la táctica de exterminio seguida por los turcos en mayo de 1915 contra los armenios cristianos del pueblo de Zeitun, a los que se obligó como cuenta Werfel (2003) a cambiar de residencia, llevándoles andando de un pueblo a otro, hasta que ese rio humano fue desapareciendo, al irse muriendo poco a poco todos sus miembros, quedando al final cinco personas, que consiguieron sobrevivir.
    • La segunda, muy distinta, se refiere a la experiencia de no pocos padres que ven con desolación cómo sus hijos con altas capacidades pierden toda motivación en la escuela al aburrirse ante un ambiente intelectual falto de cualquier estímulo, llegando algunos a dejar los estudios, también por el aislamiento social que sufren en clase. Saber plantear horizontes de grandeza a quienes son capaces de ellos es una estupenda manifestación de humildad y de servicio. No tengo ninguna duda que cumplir este decálogo puede originar algunos sacrificios.
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Articulo completo: La acción educativa como compromiso ético / Educational action as ethical engagement de José Antonio Ibáñez-Martín, Universidad Internacional de La Rioja.

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